La casa de mi abuela materna, Aurora Iglesias Rey, donde crecí, ya no se ve desde la carretera, está tapada con hiedras y arbustos gigantes. Una pequeña selva la cubre. Algo parecido al castillo de La bella durmiente, pero en este caso ni los fantasmas existen allí. Los matorrales impiden el paso a su interior. Ni el Príncipe del cuento se atrevería a meterse en ella. A los 19 años salí de allí junto a mi madre Yoya y mi hija Graciela, su padre estaba trabajando en Francia. Fuimos a vivir a Vigo con mis hermanos Fernando y José Ruibal. Vivíamos cerca de Mercedes Ruibal, una de las hermanas pintoras. La de San Andrés de Xeve era una casa enorme en la que a través de sus ventanas se veía un paisaje único. Por las noches, las luces del lejano puerto de Marín y su Alameda me acercaban al mar. Yo solía cantar desde esas ventanas hacia el valle. Al otro lado del río Lérez, oculto por la vegetación, está el pueblo de Mourente al pie de verdes montañas.
Angeles Ruibal «Los vecinos de Xeve, cuando me los encuentro, recuerdan esto»
De niña, cada noche me sentía cerca del cielo, un cielo que me hacía soñar con mundos de fantasía. En cada primavera me acompañaba el canto de los ruiseñores. A la mañana, los mirlos y las golondrinas eran los primeros en hacerlo. Me despertaban con sus conciertos y la voz de mi madre llamándome desde la cocina. Mi canto, desde aquel lugar,sonaba tan especial, que la gente que estaba haciendo sus tareas se paraban a escucharme. Aun hoy algunas vecinas amigas me llaman «La artista«, por habérselo escuchado decir entonces a sus padres.
Había una vez en San Andrés de Xeve…
La casa quedó abandonada y unos años más tarde, unos drogadictos la ocuparon haciendo de ella esto que se ve. Un día se les incendió por imprudencia y se derrumbó el tejado. Ahora solo hay paredes de gruesas piedra recubiertas de matorrales. Ya nadie puede entrar a caminar por su huerta. Las flores ya no existen pero, tenaces, resurgen cada año las vides.
Angeles Ruibal «En mis juegos lo tenía a mi padre de comensal»
Debajo del horreo solía jugar haciendo comiditas y hablando con amigas imaginarias, como hacen todos los niños. Mi padre, José Ruibal Castro, me solía visitar y yo lo invitaba a tomar un vino invisible y a comer manjares hechos con hojas de diferentes tonos verdes y semillas variadas. ¡Me encantaba ser su tabernera!! Cuando tenía catorce años se me marchó para siempre… quedó triste la muchachita, sus cantos se apagaron por un tiempo.
Hoy le dedico a mi padre estos versos de «su» Rosalía de Castro que he grabado en formato de alalá, Algums din miña terra y mi recorrido a finales de 2021 por la aldea natal
Angeles Ruibal, Pontevedra, Galicia, España
Me voy a sonrojar mi querida amiga! Gracias por tan hermosas palabras. Estas alimentando mucho a mi ego y eso es peligroso…
Desde mi corazón te mando un fuerte abrazo!
Querida amiga Angeles Ruibal, que hermosos tus sentimientos y tu canto, además del bello video sobre aquellos lugares de tu infancia, y los recuerdos de tu familia, tu canción sobre versos de Rosalía de Castro, todo ello, habla de tu exquisita sensibilidad. Tu alma y tu corazón son maravillosos! Nélida Caracciolo