Angeles Ruibal – Mi mamá fue una mujer muy especial en nuestra aldea, San Andrés de Xeve. Los vecinos la recuerdan como la «Madre Teresa» de aquellos tiempos y puede que fuera verdad. A nuestra casa llegaban los más desfavorecidos de los alrededores a comer cada jueves. Se sentaban en unos bancos esperando que ella le llenara sus cuencos del humeante manjar que les había preparado. Durante la semana, los niños de las familias más pobres le venían a pedir pan y frutas que ella nunca les negaba. Y cuando alguien nacía o se moría, todos la buscaban a Aurora para encontrar su colaboración y apoyo.
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Angeles Ruibal «¡Y ahora que tengo una muñeca!»
Angeles Ruibal – «En estos días otoñales del 2014 pasé por una tienda de Pontevedra, donde suelo comprar pequeñas antigüedades. Allí estaba ella, una muñequita de porcelana que trajo a mi memoria aquella otra. Es la que mi hermana Mercedes Ruibal, me mandó desde Buenos Aires. Lo hizo a través de mi primo Baldomero, un mozo guapísimo con bigote y amplia sonrisa. Cuando yo tenía siete años, ella se fue a la Argentina para aprender a cantar tangos. Pero volvió ocho años después, convertida en una famosa artista plástica. El pintor Laxeiro fue su maestro allí. Cuando nos reencontramos me enseñó a cantar tangos de Gardel. Tenía una voz muy expresiva y suave»
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Angeles Ruibal – Su rama materna, los Argibay Iglesias
Yo tenía año y medio cuando mi abuela Aurora Iglesias Rey partió a Buenos Aires. Se fue con sus hijas Carmen, Lola y Argentina, a los seis meses de quedarse viuda. Allá la esperaban sus hijos Telesforo, Elisardo, Ramón, Manolo y Celso. No pude conocerla porque se murió cuando yo tenía quince años. Mi madre, Aurora también, fue la única hija que no emigró. Como en casa siempre se hablaba de ellos, ocuparon un lugar muy especial en mi corazón.
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Angeles Ruibal y su familia Argibay de Argentina
Mi familia Argibay en Argentina – Ángeles Ruibal Cuando llego a Buenos Aires, es como regresar a mi otra casa. Allí tengo a mi gran familia por vía materna, los Argibay, que siempre me esperan con tanto cariño. Además están los muchos años que he vivido en esta ciudad única y de tener un ceibo mío en Villa Crespo.En cuanto supieron mi llegada, organizaron un gran asado y allí estaban casi todos. Los otros se fueron hace tiempo al largo viaje. El encuentro fue en Pilar, en la hermosa casa de Pirucha. Nuestros encuentros no son muy frecuentes, pero nuestra sangre se quiere y cada vez que nos vemos, lo disfrutamos mucho.
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