
Angeles Ruibal – «Apenas con cinco años, mi padre -también Castro, como la poetisa, que el «de» se lo agregó después- me recitaba a Rosalía. Yo lo escuchaba con mucha admiración, como me lo comentó años después. Era como si al oír sus versos, fuera descubriendo el mundo de las emociones y el paisaje. Cuando él se nos fue, a mis catorce años, los recordaba a los dos en las noches de luna. También cuando contemplaba los regatos y los ríos. O cuando junto a mi madre visitaba las tumbas de los familiares y les sacábamos las hierbas. Cuando pisaba la tierra del huerto, cuando me subía a la higuera para cantar. Cuando el sonido de la gaita de Carlos, el vecino, llegaba a mis oídos. Si escuchaba a la lechuza en las noches oscuras. Cuando cruzaba la espesa arboleda, para visitar a mis tías paternas- Si tocaban las campanas de la Iglesia de San Andrés de Xeve al amanecer. Un sin fin de cosas y hechos que rodeaban mi vida. Todo me llevaba siempre a la poesía de Rosalía de Castro y al recuerdo de mi padre.
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