Angeles Ruibal – «Apenas con cinco años, mi padre -también Castro, como la poetisa, que el «de» se lo agregó después- me recitaba a Rosalía. Yo lo escuchaba con mucha admiración, como me lo comentó años después. Era como si al oír sus versos, fuera descubriendo el mundo de las emociones y el paisaje. Cuando él se nos fue, a mis catorce años, los recordaba a los dos en las noches de luna. También cuando contemplaba los regatos y los ríos. O cuando junto a mi madre visitaba las tumbas de los familiares y les sacábamos las hierbas. Cuando pisaba la tierra del huerto, cuando me subía a la higuera para cantar. Cuando el sonido de la gaita de Carlos, el vecino, llegaba a mis oídos. Si escuchaba a la lechuza en las noches oscuras. Cuando cruzaba la espesa arboleda, para visitar a mis tías paternas- Si tocaban las campanas de la Iglesia de San Andrés de Xeve al amanecer. Un sin fin de cosas y hechos que rodeaban mi vida. Todo me llevaba siempre a la poesía de Rosalía de Castro y al recuerdo de mi padre.
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Angeles Ruibal recordando a la ceramista viguesa Elena Colmeiro
Angeles Ruibal – Conocí a Elena, hija del genial pintor Manuel Colmeiro, en mi primer viaje a Madrid, allá por 1962. Me presentaron mi cuñado Agustín Pérez Bellas y mi hermana Mercedes Ruibal. La verdad es que íbamos hacia Sevilla, pero surgieron avatares que nos hicieron quedar en la capital de España. Estuvimos viviendo en casa de Elena y su marido, el escultor Jesús Valverde, unos quince días. Los cuatro eran muy amigos. Mi hermana la conoció en Buenos Aires y Jesús era amigo de Agustín. Elena estaba en Galícia veraneando con sus hijos. Tuve el honor de contemplar sus primeras cerámicas en su casa-estudio de la calle Fuencarral. Al regresar a Galicia la conocí en un chalet de La Ramallosa, entre Vigo y Bayona. Un encanto de mujer. Sensible y sencilla. En esta primavera del 2014 comprobé en el museo pontevedrés que sigue siendo igual.Y eso que obtuvo todos los premios y éxitos posibles.