En 1975 vino Héctor Alterio con su familia a nuestra casa de Madrid. Los habíamos invitado a comer unas tortillas. «Ángeles, me dijeron que eres la mejor tortillera de Madrid«, me dijo Alterio apenas entró, con el doble sentido argentino de la frase y una gran sonrisa. Hacía muy poco tiempo que habían llegado de Argentina, colmados de sueños y esperanzas. En poco tiempo, aquí también adquirió gran fama. Ahora mismo son sus hijos Malena y Ernesto Alterio quienes no se quedan atrás. Su mujer, la psicoanalista Ángela Bacaicoa, miembro fundadora de “Espacio Abierto” de Madrid, es la directora de la Asociación Maud Mannoni. Un ser extraordinario que luchó contra viento y marea para que esta particular familia triunfara.
Angeles Ruibal «El collar de la buena suerte»
En ese momento, yo tenía una colección de collares «exóticos» de África, India, Brasil… y entre ellos, había un collar de dientes de cebú, del cual ella dijo muy entusiasmada: «Este es un collar de la buena suerte». Lo descolgué de la pared y se lo entregué con gran placer. Ella no podía creer que me desprendiera de mi propia «buena suerte», pero en ese momento ellos la necesitaban más que yo y nunca me arrepentí de habérselo regalado. Años más tarde, en Buenos Aires, nos encontramos en el estudio de María Fux y me comentó. «Angeles, gracias a aquel collar, tuvimos mucha suerte. Aun lo tengo en casa. Malena se lo pone de vez en cuando«. Me alegró mucho saberlo. El collar, cómo todas los amuletos, si no crees en ellos, no funcionan y yo, la verdad, no le tenía ninguna devoción.
Para Héctor, Ángela y esa parejita de hijos que ahora son también grandes actores… les canto un poema que musicalizamos de mi cuñado Agustín Pérez Bellas
Angeles Ruibal, Pontevedra, Galicia, España