Angeles Ruibal – Mi hermana Marisa fue una madrecita para mí. Cada mañana me lavaba, peinaba, sintiendo sus manos y dedos recorriendo mi cabeza, ordenando mis cabellos. Era fascinante. Luego me hacía los tirabuzones y salía corriendo a jugar debajo del hórreo que había en aquella casona familiar de San Andrés de Xeve. Allí tenía «mi casita» instalada, con la vajilla de latas de sardinas y poco más. Y era así porque mis vecinitas, cuando tenía algún juguete importante, se lo llevaban a su casa. Así que tenía que esperar nuevamente los Reyes Magos para tener nueva batería de cocina. Continue reading Post ID 486
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