Por fin llegó el primer sábado de Septiembre 2019, día de la Feira Franca en Pontevedra. Y allí me fuí vestida de dama medieval para a recorrer mi hermosa ciudad, la Boa Vila, acompañada de mi querido Eduardo Aldiser, que se ofreció a sacarme estas preciosas fotos. Cuando salimos, frente a nuestra casa, vimos en el río Lérez unas barcas adornadas para la ocasión y para mi sorpresa, me encontré a mi querido amigo y paisano de Xeve, Manuel Hermida Rivas, que entre otras cosas, es un gran fotógrafo. Cada mañana me sorprende con sus pájaros, mariposas, bichitos y flores increíbles y también con la mágica luna de nuestra querida aldea San Andrés de Xeve ¡Todo mi agradecimiento!
Angeles Ruibal «Varios siglos de costumbres, comidas y arte que vuelven con la Feira Franca»
En el paseo visitamos a varios paisanos que estaban ofreciendo sus productos y los recuerdos de mi niñez y adolescencia eran inevitables. Lo primero que hice fue ponerme ante un enorme tonel con la mejor de mis sonrisas. En la época de la vendimia, en casa era una fiesta para mi. Antes de sacar las uvas de la vid, había que preparar la bodega y eso consistía en fregar y limpiar muy bien los toneles que luego llenaríamos de vino. Como siempre, yo me ofrecía a lavarlos, porque allí dentro, mi voz se amplificaba tanto, que cantaba y cantaba horas, hasta que venía mi madre a sacarme ¡Una gozada!
Angeles Ruibal «A la rica leche que traigo desde mi casa de Xeve!»
Luego pasamos por el hojalatero y allí también me esperaba un recuerdo. Consistía en un recipiente de latón grueso de unos cuantos litros, como el mío de Xeve, con el que yo, cada mañana salía a vender la leche, esa que antes había ordeñado de nuestras cuatro vacas lecheras, junto con la fiel criada, Esperanza, que tanto años me cuidó. Cuando iba caminando, me imaginaba a la pequeña lecherita del cuento que soñaba con comprar tantas cosas. Esa que al final no se compró nada porque se cayó y derramó su preciada mercancía. Por si acaso, yo aferraba a mi cabeza el cántaro y nunca se me fue al suelo, a pesar de que iba alegremente cantando y por qué no, soñando como ella. Comencé a vender la leche a los catorce años, después de morir mi padre, a la Señora Amelia, que reunía la producción de todos los vecinos y bajaba a con su carrito tirado por un caballo, a llevarla casa por casa en Pontevedra ¡Y por eso crecían muy fuertes tantos niños de esta querida ciudad, cuyas luces veíamos por la noche! Ahí fue cuando ejercí de campesina cuatro años de mi vida ¡Una maravillosa experiencia!
Angeles Ruibal «¿Hay algo más gallego que la gaita?»
Nos detuvimos ante el puesto del hacedor de gaitas, donde la música, encerrada en el instrumento, espera ser interpretada. Recordé a mi vecino Carlos, uno de mis enamorados de San Andrés de Xeve, que tocaba la gaita para mí mientras cuidaba de sus vacas. Hace unos años me lo encontré y me confesó su amor de adolescente! ¡Bendita inocencia!!
Angeles Ruibal «Los alegres gaiteros que encontramos en la Feira Franca»
Nos encontramos con un grupo de gaiteiros guapos y pandereteiras con mucha gracia. formado por vecinos de esta Poio que tenemos enfrente, del otro lado de la ría de Pontevedra, y de Soutomaior, la población cercana al castillo del mismo nombre, del otro lado del río Verdugo que termina su recorrido en la ría de Vigo. Juntos cantamos viejas canciones tradicionales en plena calle, frente al Concello de Pontevedra. Entre risas y abrazos nos despedimos para seguir el recorrido ¡Gracias amigos por vuestra alegría!
Mi encuentro, frente a casa, a orillas del río Lérez con mi querido amigo y paisano de Xeve, Manuel Hermida Rivas.
Unas horas después me uní a estos juglares medievales que me esperaban en la Plaza de España.
Para despedirnos del hermoso día, nos fuimos a comer churrasco a la brasa y tan felices volvimos a casa. El año próximo más! Ahora les dejo algunos de los vídeos de ediciones anteriores…
Ángeles Ruibal, Pontevedra, Galicia, España